La Biblia perdida en el templo

Líderes de Niños Padres

Me quedé mirando la caja de objetos perdidos y me entristecí. Todas las semanas miraba a ver si las personas encontraron lo que perdieron. Entre las cosas en aquella caja, había varias versiones de Biblias, algunas de niños y otras de adultos. Ninguno se había preocupado por su Biblia en el correr de los días. Algunas eran ediciones costosas. Sus Biblias se habían perdido dentro del templo. ¡En algún lugar del templo y ninguno las buscaba! ¡Increíble! ¿Será posible que no le den importancia a la pérdida de su Biblia? ¿Por qué están todavía en la caja? ¿Les interesará verdaderamente encontrarlas?

Esto me hizo pensar en lo que, como maestra, estoy instruyendo cada semana a los niños. ¿Les estaré enseñando el amor y el deleite por la Palabra de Dios? ¿Estarán entendiendo que es un libro como ninguno otro? Divino, infalible, que es la palabra viva, poderosa y eficaz que permanece por siempre. ¿Sabrán que ella redarguye, enseña, corrige, da esperanza y transforma al que la lee? ¿Les estaré enseñando que, a través de su lectura, pueden oír a Dios? ¿Cuántos hacedores de la Palabra tendré en mi clase?

Mi reflexión fue seria. Yo no quiero que los recursos, las actividades y las herramientas que tengo a mi mano para enriquecer la enseñanza de una clase interesante invaliden el propósito principal de ministrar la Palabra de Dios en los corazones de mis alumnos para transformación. No importa si tienen la Biblia impresa o de modo digital en su teléfono, yo quiero que deseen su lectura y atesoren su enseñanza como un estilo de vida por seguir. Quiero que la tengan en alta estima y sea un privilegio el poder tener la Biblia al alcance de su mano.

Pensando en todo esto, recordé un pasaje bíblico en el que se encontró un libro de la ley (la Palabra de Dios) perdido en el templo. ¡Se había perdido dentro del templo! ¿Se imaginan tal descuido en una época en la cual estos rollos de la ley se escribían a mano por los escribas y estaban al cuidado de personas específicas? El desinterés posiblemente ayudó al descuido de un libro tan vital para la vida del pueblo de Israel.

2 Crónicas 34: 14-15 “Al sacar el dinero recaudado en el templo del SEÑOR, el sacerdote Jilquías encontró el libro de la ley del SEÑOR, dada por medio de Moisés. Jilquías le dijo al cronista Safán: ‘He encontrado el libro de la ley en el templo del SEÑOR’. Entonces se lo entregó” (NIV).

¡Qué bueno que quien la encontró se dio cuenta de su valor espiritual! Se tomó acción y más adelante, en los versos 30 y 31 vemos el impacto de leer la Palabra de Dios.

“Acompañado de todos los habitantes de Judá y de Jerusalén, de los sacerdotes, de los levitas y, en fin, de la nación entera, desde el más grande hasta el más pequeño, el rey subió al templo del SEÑOR y, en presencia de ellos, leyó todo lo que dice el libro del pacto que fue hallado en el templo del SEÑOR. Después se puso de pie, junto a la columna del rey, y ante el SEÑOR renovó el pacto. Se comprometió a seguir al SEÑOR y a poner en práctica, de todo corazón y con toda el alma, sus mandamientos, preceptos y decretos, cumpliendo así las palabras del pacto escritas en este libro” (NVI).

Un rey, unos líderes religiosos y todo un pueblo transformaron sus vidas con la lectura del libro. ¡Que grandioso! ¡Oh, si la lectura y enseñanza de la Palabra de Dios cambiara a nuestros niños, adolescentes y a toda la familia de tal manera que, aun con el paso de los años y el envejecimiento, no se aparten de ella!

La escena de las Biblias en la caja de objetos perdidos me dio una lección objetiva y me desafía a ser más intencional con la Palabra de Dios. A amarla de manera que impacte la vida de otros. Quiero que mis alumnos me vean con mi Biblia, disfrutándola, usándola, leyéndola, enseñándola y viviéndola, para que también sigan mi ejemplo.

 

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