Actualmente, nos encontramos en un momento histórico en el mundo, en el que un virus cambió absolutamente todos nuestros planes y nos obligó a vivir de una manera diferente; sin duda, esto nos produce una fuerte tristeza. Pero, la vida siempre nos presenta situaciones difíciles de atravesar. Está claro que debemos hacer algo para enfrentar la realidad que nos toca vivir, pero la pregunta es ¿cómo?
Con frecuencia, me encuentro en entrevistas de consejería con jóvenes y adolescentes que se encuentran atravesando algún tipo de tristeza y mientras escucho atentamente los motivos, siempre viene a mi mente un versículo que nos permite analizar y distinguir el origen de la tristeza. En 2 Corintios 7:10 dice: “Cuando Dios los ponga tristes, no lo lamenten, pues esa tristeza hará que ustedes cambien, y que pidan perdón y se salven. Pero la tristeza provocada por las dificultades de este mundo los puede matar” (TLA).
A través de este pasaje vemos una notable diferencia entre la tristeza que proviene de Dios y la tristeza de este mundo. Por un lado, Dios nos invita al arrepentimiento, a pedir perdón y nos desafía a volver a empezar. Pero, por otro lado, está la tristeza de este mundo que nos provoca a seguir en ese estado y nos dice que no tiene sentido seguir viviendo.
De acuerdo con lo que nos propone este pasaje, de ahora en adelante te animo a que identifiques de dónde proviene la tristeza y que actúes en consecuencia.
Jesús, nuestro modelo por excelencia, pasó por todos los estados en los que podemos encontrarnos y con su ejemplo nos enseña cómo debemos proceder. Pero, hablando de la tristeza, hay un pasaje que no podemos dejar de leer. Fíjense lo que Jesús vivió en este relato de Mateo.
¿De dónde provenía la tristeza de Jesús? Recordemos que Jesús es el varón perfecto, el Cordero sin manchas, es decir, Jesús no tenía de qué arrepentirse, ya que nunca cometió pecado, por lo tanto, la tristeza que atravesaba provenía de este mundo.
Cuando Jesús identifica la tristeza en su corazón, toma la decisión de orar y se dirige a un monte para hablar con Dios. En ese momento, invitó a Pedro, Juan y Jacobo para que lo acompañen y se mantuvieron largas horas rogando y suplicando a Dios que lo librara de aquello que tenía por delante. Pero Dios, tras un largo silencio, le comunicó a Jesús que había llegado la hora de enfrentar la muerte.
La historia la conocemos, Jesús fue entregado a los sacerdotes, juzgado y condenado a la cruz, donde derramó toda su sangre y finalmente murió. Ese sacrificio saldó la deuda que todos habíamos generado a causa del pecado y Dios al tercer día lo resucitó de entre los muertos, proporcionando vida eterna mediante la fe en Jesús.
Ahora veamos, según el ejemplo de Jesús, ¿cuáles son esas acciones que necesitamos ejercer para enfrentar la tristeza?
- Identificar de donde proviene la tristeza.
- En caso de ser Dios el que la genera, arrepentirnos, pedir perdón y corregir.
- Si la tristeza proviene de este mundo, presentarse ante Dios en oración.
- Pedirles a amigos de confianza que te acompañen en oración.
- Que la oración sea precisa, con una dirección específica.
- Permanecer en oración hasta que Dios responda.
- Sea cual sea la voluntad de Dios, obedecerla.
- Enfrentar la realidad tal como se presenta, bajo la guía de Dios.
Jesús quiere acompañarnos a enfrentar la tristeza tal como el lo hizo, no estamos solos, el Espíritu Santo está con nosotros, su perfecta guía nos enseñará el camino para encontrar la salida. Aunque el mundo nos presente aflicciones, debemos estar tranquilos porque Jesús ya venció el mundo. No perdamos de vista las promesas de Dios quien nos asegura que transformará nuestra tristeza en gozo.
“Después, Jesús fue con sus discípulos a un lugar llamado Getsemaní, y les dijo: ‘Quédense aquí, mientras yo voy allí a orar. Jesús invitó a Pedro, a Santiago y a Juan para que lo acompañaran. Luego empezó a sentir una tristeza muy profunda, y les dijo: ‘Estoy muy triste. Siento que me voy a morir. Quédense aquí conmigo y no se duerman. Jesús se alejó un poco de ellos, se arrodilló hasta tocar el suelo con la frente, y oró a Dios: ‘Padre, ¡cómo deseo que me libres de este sufrimiento! Pero no será lo que yo quiera, sino lo que quieras tú. Jesús regresó a donde estaban los tres discípulos, y los encontró durmiendo. Entonces le dijo a Pedro: ‘¿No han podido quedarse despiertos conmigo, ni siquiera una hora? No se duerman; oren para que puedan resistir la prueba que se acerca. Ustedes están dispuestos a hacer lo bueno, pero no pueden hacerlo con sus propias fuerzas. Jesús se fue a orar otra vez, y en su oración decía: —Padre, si tengo que pasar por este sufrimiento, estoy dispuesto a obedecerte. Jesús regresó de nuevo a donde estaban los tres discípulos, y otra vez los encontró completamente dormidos, pues estaban muy cansados. Nuevamente se apartó de ellos y oró por tercera vez, repitiendo las mismas palabras con que había orado antes. Luego volvió Jesús a donde estaban los tres discípulos y les dijo: ‘¿Todavía están durmiendo? Ya vienen los malvados para apresarme a mí, el Hijo del hombre. ¡Levántense y vengan conmigo, que allí viene el que me va a entregar!”
-Mateo 26:36-46 (TLA)
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