Ante la propuesta de ser parte del ministerio infantil y, específicamente servir como maestro, podemos tener reacciones diferentes. Lo anterior tiene mucho que ver, por un lado, con la forma en la que fuimos impactados por nuestros maestros. ¿Cuál es el que recuerdas más? ¿Qué característica se destacaba en él? Quizás, era alegre, exigente, ordenado, distraído, cariñoso, rezongón. Generalmente, recordamos características personales de ese maestro que nos quedaron grabadas, porque fueron de bendición, o no.
Ahora, ¿te gustaría ser un maestro? ¿Cómo quisieras que te recordaran? La respuesta a esta pregunta está relacionada con otra: ¿qué es lo que te motiva a servir como maestro?
Generalmente, las motivaciones pueden ser muchas e, incluso, muy diversas. “Es lindo enseñar”, “No hay quien lo haga. Tengo que hacerlo yo”, “¿Cómo voy a decir que no?”, “Mi mamá lo hacía”. ¿Te identificaste con algunas de estas frases? Quizás sí, quizás no, pero seguramente, coincides con que todas ellas son motivaciones incorrectas. Entonces, ¿cuál debiera ser la motivación correcta?
El Señor me llamó a ser maestro. Tengo una buena noticia para darte. En 2ª Corintios 3:5 dice: “nosotros no somos capaces de hacer algo por nosotros mismos; es Dios quien nos da la capacidad de hacerlo” (TLA). Si Dios te ha llamado para ministrar y enseñar a las nuevas generaciones, también te ha equipado para que lo hagas a través de su Espíritu Santo. Él es el que te capacita y perfecciona para la tarea; por lo tanto, no dudes que puedes ser maestro. Recuerda: ni los cursos, ni el pastor, ni el Ministerio de Niños te hacen maestro. No elegiste serlo. Fue el Señor quien te llamó.
Dios me regaló dones. ¡Qué privilegio! Fuimos llamados y equipados para servir al Maestro de maestros. “Él fue quien les dio a unos la capacidad… de ser pastores y maestros. Hizo esto para que todos los que formamos la iglesia… estemos capacitados para servir y dar instrucción a los creyentes” (Efesios 4.11-12 TLA). ¡Qué gran motivo de agradecimiento! Cuando somos llamados por el Señor para desarrollar esta tarea, tenemos paz, tranquilidad, confiando en lo que dice Filipenses 2:13 “...porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad” (RV60).
Tengo una misión. Jesús nos dejó una tarea: “Vayan por todo el mundo y anuncien las buenas nuevas a toda criatura” (Marcos 16:15 NTI). Las nuevas generaciones están esperando que les llevemos las buenas noticias. Ellos están dentro del plan de Dios porque “el Padre… no quiere que se pierda ninguno de estos pequeños” (Mateo 18:14 NVI).
Si estas son las motivaciones que te llevan a decir: “Maestro, ¡yo!”, entonces tus alumnos te recordarán como:
- Un maestro que ama a Jesús y obedece su Palabra.
- Un maestro apasionado por ver a los niños acercarse a Jesús, aceptarlo como su Señor y Salvador, y ser discípulos de Él.
- Un maestro que disfruta estar con los niños porque los ama.
- Un maestro feliz de servir a su Señor, pastoreando las ovejas más pequeñas del rebaño.
- Un maestro que quiere seguir aprendiendo para enseñar e inspirar a otros.
- Un maestro que conoce y comprende a sus alumnos para conectar con ellos y motivarlos a seguir el plan de Dios para sus vidas.
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