Los niños ya no pueden esperar

Hace un poco de tiempo que me dedico a velar por la niñez. En 1984 fui invitado para ser consejero en un campamento para niños. Fue en un mes de abril, jamás olvidaré lo bien que la pasé. 5 días en el bosque comprometido con enseñar a los niños los momentos clave de la crucifixión y muerte de Jesús. ¡Jamás lo había hecho! Apenas tenía 16 años. Sin duda, lo que más me marcó, fue la absoluta confianza que dos hombres de Dios depositaron en mí. El director de la Unión Bíblica (que no me conocía) y el director de campamentos –quien me enseñaba un curso de discipulado semanal. Desde ese momento, Dios llenó mi corazón para servir a la niñez y me preparó de diversas formas en mi desarrollo personal.

Gracias a esas experiencias hoy puedo darme cuenta de que aprendí a pensar como los niños. A vivir como ellos. A reír y también a llorar como ellos. Soñar es lo más importante en su presente, aunque, sin saberlo, lo que más desean es que los respeten y les tomen en serio. Sus mayores preocupaciones no tienen que ver con el mundo de los adultos, sino con el suyo. Con ser justos, amables con los demás y porqué hay personas que abusan de otros.

En la Iglesia, ellos esperan que les den oportunidad de servir, de orar, de cantar al frente, de recibir a los hermanos, de levantar las ofrendas, de hacer la lectura de la Biblia en público, de dar la bendición, de compartir un testimonio, de ..,de.., de tantas y tantas cosas. Pero, es lamentable, sólo tienen un grave problema: los adultos. Muchos de ellos los menosprecian, los relegan, los ignoran y piensan que ellos son incapaces de todo, bueno ¡menos de molestarles!

En el mundo real la gran mayoría de los niños no viven felices. Son abusados, ignorados, molestados, golpeados, abandonados, se enferman, padecen persecución, son menospreciados, maltratados física, moral, espiritual y económicamente. En realidad, pocos se interesan en verlos felices. Para algunos son la razón de hacer dinero, sin importar el negocio de que hablemos. Sea restaurantes, escuelas, iglesias, ONG's, etc. Si saben manejarlos, los niños les generan dinero.

Por eso y una infinidad de razones más, hace dos años pedí a un grupo de amigos ayuda para armar un calendario de oración. Uno enfocado sólo en los niños. En sus necesidades. En sus desafíos. Así que hoy, como respuesta a este sueño que puso Dios en mi corazón, el Calendario de Oración por la Niñez del Mundo circula por WhatsApp todos los días en más de 25 países, en 3 idiomas llegando a más de 1,200 personas quienes, a su vez lo envían a otros. Clamando al Padre Celestial por ellos.

Orar por los niños es lo más importante que debemos hacer por ellos. ¿Por qué? Para entenderlos y actuar en su favor. Para levantar un muro espiritual de oración de protección y poder disfrutar, de ver cómo Dios, al igual que con aquel niño que le dio los panes y los peces, hace milagros a través de ellos. Por eso y más, me detengo y te animo a orar por los niños.

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