Una de las frases que aparece en la escritura y que, al leerla, más me llena de gozo dice “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza…” (Génesis 1: 26ª RV60). Líneas más adelante, la narración afirma: “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó” (Génesis 1: 27 RV60), lo cual, sin duda, nos manifiesta, con absoluta claridad, que lo que Dios hizo y sigue haciendo siempre es perfecto. No hay razones para negar la bondad de Dios, ya que jamás escatimó ceder su naturaleza para que fuera parte de la humanidad. Asimismo, al ver el resto de lo creado, puedo afirmar que, en cada elemento a nuestro alrededor, como parte de la naturaleza, podemos mirar el carácter de Dios en ello. Entonces, si tenemos la perfección divina como parte de los rasgos de nuestra esencia humana y personalidad ¿por qué con tanta frecuencia pareciera que Dios está ausente de los hechos que vivimos como seres humanos y pareciera que las personas actuamos como si no conociéramos de Dios? Me explico, a través de la mención de diferentes aspectos que vivimos a diario:
Hemos dejado de respetar a los demás
Nos hemos acostumbrado a vivir en una sociedad altamente egoísta que, con suma facilidad, hemos dejado de respetar a todos, incluso, a quienes viven bajo nuestro mismo techo. Hemos comprado/asimilado la idea de que no importa lo que hagamos, la forma como lo expresemos, las palabras y las actitudes que utilicemos, si nos sentimos bien, los que pueden estar equivocados son los demás.
Criticamos todo lo que presenciamos
Con una facilidad increíble nos hemos ubicado en el puesto de jurado de todo. Cómo visten los demás, lo que comen, lo que dicen, lo que tienen en casa y lo que no tienen, lo que compran, a donde van de paseo, etcétera. Si entramos a “pasar el tiempo” en nuestras redes sociales es sumamente común mirar cómo hay ahora millones de expertos de todo: deporte, política, educación, religión, entre otras cosas.
Ante estas dinámicas ¿cómo podemos ayudar a que nuestros hijos entiendan esta dimensión tan especial que significa ser imagen de Dios? De la misma forma, le comparto unas opciones que, seguramente, podrían moldear una buena parte de la vida de cualquier niño, una vez que lo practicamos con absoluta naturalidad.
Involucrarnos en la Iglesia
Esto es esencial. Para muchas personas llevar a cabo esta opción llega a resultar atemorizante al tener una vida muy limitada en cuanto a interacción social, pero cuando elegimos disfrutar el valor de aquello que significa crecer como familia de fe, entonces, damos pasos que nos llevan a convivir más tiempo con nuestros hermanos, servimos en tareas de la congregación en las que tenemos la oportunidad de interactuar de forma simple, pero, frecuente, entre nuestros hermanos y logramos generar lazos muy alejados de las costumbres que el mundo nos ofrece, acercándonos verdaderamente a lograr vivir como cuerpo de Cristo.
Hacer voluntariado
Una opción de valor increíble para cualquier ser humano. Servir, cuidar, reparar, limpiar, convivir, organizar, armar, mover, cocinar, leer, enseñar, etcétera. Todo es posible cuando de servir se trata. Cuando uno “se pone la camiseta” del servicio voluntario, cualquiera que se elija, las personas llegan a enamorarse de las causas en las que sirven. Visitar enfermos, enseñar niños, recolectar y distribuir alimentos, ropa, literatura, decorar un espacio, llevar personas que tienen limitaciones de movilidad o de transporte, hacer feliz con una visita a alguien. Todo, todo, todo, nos transforma y sirve a aquel a quien le obsequiamos nuestro tiempo, capacidades y energías. NO importa que tan cansado te sientas al terminar de hacerlo, la satisfacción es enorme y Dios mirará con alegría la forma en la que te organizas con otros para hacer estos servicios.
Ser ejemplo
¿Con qué frecuencia pensamos que cada cosa que hacemos debe reflejar el carácter y la personalidad de Dios? Si así fuera, estaríamos iluminando el mundo con todas nuestras acciones y palabras. Ser ejemplo significa vivir de forma en la que puedes impactar con tu vida y con testimonio a cada uno de los que te rodean cuando ellos viven convencidos de que verte a ti es similar a ver a Jesús. Su forma de hablar, su conducta, su ejemplo, el manejo de sus tensiones, la forma como estableció a un grupo de seguidores, inexpertos de muchas cosas, pero apasionados de caminar a su lado y abandonándolo todo. ¿Por qué nuestra meta de vida ha dejado de ser el pensar en la posibilidad de ser vistos como Cristo y en su lugar, aspiramos a ser vistos con ropas increíbles, usando autos carísimos, comiendo en sitios que ni todo nuestro crédito puede pagar y, aun terminando con una deuda enorme, y consumes todo esto sin entenderlo?
Es triste reconocer que, como Iglesia extendida, hemos dejado a Cristo de lado y su Palabra también. Buscamos vivir “felices” como lo hace el mundo y, de forma inmediata, cuestionamos a Dios la razón del por qué hoy la humanidad está alejada de lo que dice la Escritura. Lo peor de todo ¿por qué los niños han empezado a entrar en conflicto con lo verdadero, lo bueno y lo que viene de parte de Dios? Solo tengo una respuesta: aunque el molde de ser hecho a la imagen de Dios fue utilizado, hicimos todo lo posible por vivir de manera irresponsable ante Dios.
¡Volvamos a la Escritura! ¡Volvamos a la Iglesia! ¡Que la persona de Dios nunca más vuelva a ser sacada de los congresos, las escuelas, la sociedad, en general, pero, sobre todo, de nuestros hogares!
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