La Iglesia es el cuerpo de Cristo en la tierra; un cuerpo vivo, dinámico y activo. Un cuerpo con una sola cabeza, cuyo gobierno es absolutamente teocrático, cuya estructura es relacional y horizontal. Por lo tanto, estamos enlazados unos con otros, como miembros de un cuerpo, para funcionar adecuada y efectivamente. Entre las funciones de la Iglesia están adorar y alabar a Dios, promover la edificación y el crecimiento en la interacción de los unos con los otros y de la manifestación de los dones y talentos que cargamos. La encomienda es llevar las Buenas Noticias a otros, dando por gracia lo que hemos recibido, para así capacitar a otros a través de la palabra, para que pueda cambiar su manera de pensar y, por ende, su manera de vivir. Esto los llevará a evidenciar su restauración y ese testimonio hará que otros anhelen vidas transformadas.
¡Se necesita presencia en la sociedad! Si hablamos de la Iglesia como institución, esta actúa como transmisora de ideas, valores y verdad, sin dejar a un lado la misión de servicio a la comunidad. En este momento, la Iglesia necesita con urgencia conectar más allá de su estructura institucional, organizativa o dogmática. Cada creyente debe comprender la necesidad de moverse en cada escenario social, mostrando el Reino de Dios en su lugar de influencia.
La Iglesia es responsable del cumplimiento de sus funciones y debe entender que existe diversidad de formas para ejecutarlas. Las generaciones son parte del plan de Dios para la Tierra y aunque los diseños y las verdades del Reino son Eternos, la formas de alcanzar a las nuevas generaciones no necesariamente pueden permanecer siendo las que conocemos. Muchas de estas son producto de experiencias perpetuadas a través del tiempo. Al igual que existen asuntos socioculturales que requieren diferentes formas en las que la Iglesia gestione un impacto a ciertas comunidades, pueblos o países, la Iglesia se enfrenta al reto de llegar con las buenas noticias a las generaciones que emergen.
Dios diseñó una Iglesia multigeneracional para manifestar Su Reino en la tierra. Sin embargo, la Iglesia ha imitado la tendencia de segmentar en grupos y cada vez la brecha generacional resulta mayor. No importa la edad, todos necesitan un encuentro con el Creador. La gente necesita fe, esperanza, fortaleza, justicia y somos los llamados a provocar que se manifieste.
Hace falta sinergia generacional para que el cuerpo esté saludable. Cada generación enriquece o aporta a las otras. Los niños con su energía y su creatividad intrínseca, los jóvenes con su fuerza, vigor y optimismo. Los de mediana edad mostrando cómo se desarrolla un matrimonio y se tiene cuidado de la familia, los mayores, con más experiencias vividas, regalan sabiduría, modelan responsabilidad, fidelidad y santidad.
La Iglesia está llamada a ser aliada de los padres. Debe trabajar junto a los padres y capacitarlos para que puedan brindarles a sus hijos las verdades bíblicas que le servirán como muro de protección ante las ideas de error que quieren introducir en sus mentes. Proveerles recursos e información, enseñanzas y consejería que los ayude a levantar hijos que vivan manifestando el Reino de Dios.
Formar en los niños una cosmovisión bíblica les enseñará a pensar y actuar como Jesús. La guerra por la simiente no es nueva, pero el momento histórico requiere que la generación que se levanta sea espiritualmente madura, que aprenda a escuchar a Dios y sea obediente a su voz. En ocasiones, sus padres se encuentran en el proceso de reprogramar su propia forma de ver, pensar y actuar. Otros padres ni siquiera han tenido un encuentro personal con Dios, pero buscan que la Iglesia guíe a sus hijos hacia eso.
Alcanzar a cada generación, enseñarle la verdad y que aprendan a vivir el Reino de Dios, debe ser prioridad. Se debe contar con adultos que les proporcionen dirección y orientación de aquello a lo que pudieran enfrentarse y cómo deben actuar para defender su fe. Se les debe enseñar la palabra de verdad y conducirlos a desarrollar una relación personal con Dios. De esta forma tendrán claro lo que es o no correcto y aprenderán a evitar las acciones y los sentimientos que los dañan a sí mismos.
Rescatemos las generaciones Z y Alpha
Son muchos los desafíos que enfrentamos unos más visibles que otros: el aborto, la ideología de género, consumismo, corrupción, pobreza, entre otros. ¿Y qué del desafío de alcanzar las nuevas generaciones? La era digital, sin duda, ha marcado la identidad de ambas generaciones; por lo tanto, provoquemos que persigan su propósito, capacitándoles con la verdad, brindándoles herramientas para enfrentar las tinieblas. Reconozcamos sus conocimientos y habilidades, motivemos a que utilicen la tecnología en la que son expertos y ocupen lugares de influencia para Dios, con el fin de que puedan sentir el amor y la misericordia y, así, puedan manifestar a otros eso que han experimentado.
Si la Iglesia desea realmente impactar naciones, necesita rescatar estas generaciones. Si hay algo que no varía con el tiempo y que toda generación necesita es experimentar la gracia y el perdón para salvación. Cada carencia y vacío que sienten será lleno por medio de la Palabra que le mostrará su propósito de vida, le brindará identidad, seguridad, esperanza, gozo, paz y redención. Se debe hacer buen uso del tiempo, diseñando un mensaje preciso y conciso, sin que pierda su esencia. Los medios digitales son una herramienta pertinente para llegar a estas generaciones, tener conocimiento de estos e instruirnos en su uso nos permitirá llevar el evangelio de salvación a estas generaciones.
Jesús ministró a las personas en sus entornos diarios, sigamos su ejemplo, pensemos en formas nuevas y creativas para llegar al rescate de cada generación.
Porque Jehová es bueno; para siempre es su misericordia,
Y su verdad por todas las generaciones.
Salmo 100:5 R V60
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