¿A qué debo dar prioridad en mi vida?

Quizás no se lo preguntó usted, pero yo me lo pregunto seguido. A diario, le diría. Y hasta varias veces en el día, también. John Maxwell dijo que “El éxito puede definirse como la progresiva realización de una meta predeterminada”. Es decir que, tanto la disciplina para establecer prioridades como la capacidad de trabajar hacia una meta son cualidades para el liderazgo de éxito.

Establecer prioridades hará que la vida funcione de manera tal que no habrá imprevistos que nos saquen totalmente de nuestro objetivo. Hay un principio donde el 20 por ciento de nuestras prioridades es la que genera el 80 por ciento de la producción. Por eso la prioridad debe ser prioridad, algo serio, lo que más importancia tenga en mi vida y con mayor impacto en la de los demás.

Si determina quienes son las personas que forman el 20 por ciento que más produce, y además invierte en ellas el 80 por ciento del tiempo, del dinero de su presupuesto, el resultado será que el producto final es mucho mayor que si hubiera sido ecuánime con todos. No digo que haga diferencia, ni que genere favoritos, sino que explote (en el buen sentido) el potencial que hay en el 20 por ciento más efectivo de su equipo. A su vez si ese 20 por ciento avanza potenciando a su 20 por ciento, el crecimiento será exponencial. El éxito de su proyecto estará a un paso de su oficina. Esto no es filosofía barata es el principio de Pareto, denominado así en honor del sociólogo, economista y filósofo italiano Vilfredo Pareto (1848-1923). Quién se dio cuenta que en la Italia de su época el 20% de la población tenía el 80% de la riqueza del país. De forma general el principio se puede interpretar como que una minoría de causas derivan en la mayoría de los resultados. Por eso la importancia de la elección de sus prioridades.

 

Prioridad #1:
Dios

“Oye, Israel. El Señor nuestro Dios es el único Señor — contestó Jesús — Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas” (Marcos 12:29-30).

Tener a Dios en primer lugar significa tener una relación personal e íntima con Él. Esto tiene que ver con escuchar a Dios y la otra con hablarle.

Escuchamos a Dios al leer y meditar la Palabra de Dios, inclusive Dios le puede hablar a través de sueños y visiones. Hablamos con Dios cuando oramos, adoramos y meditamos en Él.

Asistir a una Iglesia y congregarte es importante pero esto es independiente de tu relación personal diaria con Dios. Hay luchas que en lo personal tenemos que librar y solo Dios nos puede dar la victoria. El diablo quiere destruir pero con la oración e intimidad con Cristo no le queda de otra más que huir.

 

Prioridad #2:
La Familia

“El segundo es: ‘Ama a tu prójimo como a ti mismo.’ No hay otro mandamiento más importante que estos” (Marcos 12:31).

El amor se traduce en tiempo. ¿Quienes son más importantes en nuestra vida sino la familia? Tener el tiempo para escuchar a su cónyuge y atender a sus necesidades. Con los hijos, atender siempre sus necesidades básicas de vestido, casa y alimento, así como enseñándoles a confiar en Dios, a orar, a leer la Palabra de Dios.

Nuestro tiempo debe ser para nuestros seres queridos más allegados. Están bien los amigos, los hermanos de la iglesia, los primos y los tíos, pero antes que todos ellos, están los de su propia casa. Ellos son, deben ser y deberán ser siempre los primeros, antes que cualquier otra persona.

 

Prioridad #3:
El trabajo con el cual ganamos el sustento

2ª Tesalonicenses 3:10 dice, “Porque, incluso cuando estábamos con ustedes, les ordenamos: ‘El que no quiera trabajar, que tampoco coma’. ”

Jesús predicaba el Evangelio de tiempo completo, pero también trabajaba para obtener dinero. El trabajo no debe quitarnos el tiempo que debemos dedicar a Dios y a nuestra familia, ni tampoco debe ser un impedimento para participar activamente en la Iglesia.

Pero por otro lado, dedicar tiempo a la congregación no debe ser nuestro pretexto para no trabajar. El trabajo secular es sumamente importante.

 

Prioridad #4:
El Ministerio (Servicio a Dios)

“Por tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes. Y les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo” (Mateo 28:19-20).

Para predicar el Evangelio hay que destinar tiempo. El compartir las buenas nuevas de Jesucristo y servir en la congregación. Su participación en la congregación para alcanzar a los perdidos, es importante, tanto para Dios como para nosotros. Pero nunca debe sustituir al tiempo que pasamos con Dios o con nuestra familia.

 

Una de las pruebas mayores de la vida es pensar y hacer aquellas cosas que son las que importan y nos hacen triunfar, ese 20 por ciento que produce el 80 de producción. Una vida en la que todo vale, es una vida en la que nada vale. Por eso decidir en dónde y en qué poner nuestras prioridades nos hará personas exitosas, que sabemos liderar con eficacia.

 

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