Mateo 18:1-5; Marcos 9:33-37; Lucas 9:46-48
Los pasajes mencionados de los evangelios presentan el tema de la comunicación no verbal. Mateo y Marcos nos dicen que Jesús puso un niño en medio de los discípulos. En Lucas él lo colocó a su lado. Sin embargo, en los tres evangelios el niño permanece en silencio.
Los adultos en Roma, Atenas y Jerusalén habrían encontrado esta palabra de Jesús muy extraña. Se cambian las funciones habituales de adultos y niños al revés. La parábola es una alteración del orden normal de la vida, pero lo que es aún más importante para el día de hoy es que el niño no dijo nada.
Si mantenemos nuestros ojos en el niño en medio de la conversación de los adultos, podemos ver claramente que esta es una parábola de acción sobre dónde buscar la madurez espiritual y la incapacidad de las palabras para comunicarla.
Jesús señaló al niño y no a sí mismo. Los discípulos ya habían malinterpretado sus palabras. Ahora él quiere que tomen en cuenta el bienestar del niño en lo que el niño es en sí mismo para guiarles así a lo que significa el crecimiento hacia la madurez espiritual.
Los tres relatos son en realidad muy diferentes. En Mateo, Jesús puso al niño entre los discípulos y luego habló con ellos acerca de cómo cambiar y llegar a ser como niños. En Marcos se sentó, les enseñó, y luego puso un niño en medio de ellos mientras hablaba de acoger a los niños, al mismo tiempo que tomó al niño en sus brazos. En Lucas puso al niño a su lado y luego habló en términos de recibir a los niños y así recibirle a él mismo y al que le envió.
Tal vez este tipo de conversación y la acción parabólica sucedió más de una vez, o tal vez estas son diferentes memorias de un mismo hecho. En cualquier caso, Jesús observó que el niño es capaz de entrar (o recibir) el reino y dar a conocer a Dios, y lo quiso demostrar en vez de simplemente decirlo con palabras.
Jesús les dice a los discípulos y a nosotros que cuando se recibe o da la bienvenida a uno de estos niños en Su nombre, también lo reciben a él y al que le envió.
Los niños pueden ser ruidosos. ¡Incluso los adultos que por lo general no prestan atención a los niños lo saben! El desafío de este pasaje para los adultos es si uno tiene la habilidad y paciencia para valorar a los niños, entonces, ¿podemos ver más allá de la bulla y abrirnos a entender que el niño puede ser una guía para nosotros conocer a Dios?
Sabemos que los niños de aquella época, como los de hoy, no están ni siquiera interesados en las aspiraciones políticas de los adultos o de sus experiencias en la vida. ¡Ni siquiera están interesados en lo que Jesús está diciendo! ¡Lo que les interesa es Jesús mismo!
La atención del niño silencioso, situado en medio de los adultos que hablan, muestra que es la revelación de Dios lo que el niño asume en silencio.
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