El privilegio de criar hijos


Los hijos son, en verdad, una bendición de parte de Dios, son nuestra herencia terrenal y espiritual. Como tales, también son nuestra mayor responsabilidad, antes que cualquier trabajo, ministerio, actividad, el desarrollo y el cuidado de nuestros hijos debe ser prioridad. “Los hijos que tenemos son un regalo de Dios. Los hijos que nos nacen son nuestra recompensa. Los hijos que nos nacen cuando aún somos jóvenes, hacen que nos sintamos seguros, como guerreros bien armados. Quien tiene muchos hijos, bien puede decir que Dios lo ha bendecido” (Salmos 127:4-5 TLA). Dios nos ha dado la oportunidad de crecer como personas, de desarrollarnos como padres y como hombres, formando personas fuertes y firmes que van a hacer lo correcto en sus vidas el día de mañana. No pretendamos que la iglesia se ocupe de nuestros hijos y cumpla el rol que deberíamos tomar nosotros guiando y moldeando sus vidas. Acá está la bendición de Dios, en el futuro y en el presente también. Él nos va a dar las herramientas y nos va a enseñar como trabajar con y en ellos en cada etapa de su desarrollo.


El peso de la presencia

Así como en el matrimonio, el tiempo en la relación con los hijos es una de las cosas más importantes. Ellos necesitan que su papá esté presente física y emocionalmente, les dedique tiempo para hablar cosas que no tienen que hablar con otros afuera, momentos para jugar, para compartir. Pero si no pueden encontrar al papá porque está muy ocupado en diferentes cosas o en otros hijos, seguramente se revelarán y buscarán ayuda en otro lado y con otras personas. Los hijos necesitan sentirse protegidos y cuidados por sus padres.

Nadie puede hacer el trabajo de un padre, porque el plan de Dios dice que debe ser el padre. Hoy día los padres (papá y mamá) muchas veces necesitaremos que nos ayuden a criar a nuestros hijos mientras estamos fuera de casa. Pero esto no quita que la responsabilidad de la crianza y el cuidado es nuestra. No podemos pretender ganarnos la confianza ni el respeto de nuestros hijos si no estamos con ellos cuando nos necesitan. No podemos compensar nuestra ausencia con regalos o cosas que les gustan. Nuestros hijos nos necesitan, y mucho.

Necesitan que les enseñemos amar a Dios y a los demás, a esforzarse por estudiar, por trabajar, por servir a Dios, por lograr sus metas, por moldear su carácter a la altura de Cristo. Demandan que les mostremos cómo relacionarse bien con otros, respetar, jugar, ayudar, ser buenas y mejores personas. Para esto debemos ordenar las prioridades, dejar de lado algunas cosas y pasar buenos y malos momentos juntos. Asistir a un acto escolar, a una presentación deportiva o artística, acompañarlos al médico, a la plaza, a resolver un problema con un amigo. No sirve mandarles un WhatsApp explicándoles cómo es y qué es lo que hay que hacer. No necesitan una foto nuestra, sino nuestra presencia.

Disciplina fundamental

Aunque parezca contradictorio, los chicos piden a gritos disciplina. ¡Sí! Por más que nos cueste creerlo y que no lo expresen directamente, la necesitan. Dios, por medio de su Palabra, habla de la importancia y la necesidad de disciplinar a los hijos: A los niños hay que corregirlos. “El que no aplica el castigo aborrece a su hijo; el que lo ama, lo corrige a tiempo” (Proverbios 13:24 RVR95). Es importante ubicar la disciplina en un marco de amor y contención. La disciplina no sirve para descargar nuestras broncas o frustraciones con los hijos, aún por su desobediencia. La disciplina debe enfocarse en enderezar sus vidas para que, cuando crezcan, estén en el buen camino y aprendan, por, sobre todo, a obedecer a Dios.

En el caos en que vivimos, los hijos requieren ser disciplinados, y comprender el motivo por el cual se les aplica un castigo como consecuencia de la desobediencia. Debemos tener especial cuidado en que no lo vivan como un castigo injusto, o asociado al miedo, y luego queden resentidos. Debe basarse en sus acciones, no en su persona. Corrijamos la acción sin degradarlos ni humillarlos. Porque cuando se aplica correctamente, da buenos resultados. De lo contrario separa los miembros de una familia donde debiera reinar la confianza y el amor entre unos y otros.

Tenemos un gran desafío de parte de Dios en formar personas obedientes a Su palabra, con emociones sanas, valientes. Varones, nuestros hijos nos necesita más de lo que imaginamos y quieren pasar tiempo con nosotros. No importa la edad, nunca es tarde para fomentar una sólida relación entre padre e hijo. Invertí tiempo en él.

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