Enseñando integridad

No recuerdo cuántas veces he leído el libro de Josué. Una y otra vez he aprendido algo adicional que me ha añadido una posibilidad de aprendizaje sumamente valiosa. Por algún tiempo pensaba que la tarea que Josué tomaba era algo “normal”, “fácil”, “sencilla”, pero cuando estudio en detalle el libro, veo que es algo inesperado, complicadísimo y, sin exagerar, imposible. Ni Noe, ni Moisés, ni Josué fueron llamados a algo pequeño, por el contrario, fueron eventos de magnitud impresionante, es algo que debo tener en mente siempre.

Es esencial considerar el contexto en el cual ocurre toda la narración bíblica. El pueblo de Israel estaba por terminar su insólito peregrinaje por el desierto. Moisés había recibido la consecuencia de su enojo contra el pueblo por haber desobedecido a Dios. Josué, hombre cercano de Moisés, recibía el llamado del Señor para hacerse cargo de una tarea que no imaginaba; quizás pensó “¿Yo, sucesor de Moisés?”. Aquí me detengo para enumerar un par de aspectos que me parecen relevantes y, de ser considerados por cada padre de familia, seguro estoy de que la aportación que la Iglesia haría en favor de la sociedad sería verdaderamente relevante y apropiada.

Josué entendió que el llamado vino directamente de Dios (Josué 1:1).

¡Qué privilegio caminar al lado de un siervo de Dios que busca honrarle en todo lo que hace! Estoy seguro de que Josué fue testigo de momentos admirables y otros no tanto. Tuvo la actitud correcta ante Dios para ser elegido por Él para tomar el liderazgo de un pueblo rebelde, insensato y, muchas veces, necio, ante las órdenes de Moisés, pero, con su actitud siempre buscó honrar a Dios en todo lo que hacía y dio ejemplo a su pueblo de integridad.

Josué asimiló las instrucciones que recibió de Dios (Josué 1:7).

Recientemente, he pensado en la cantidad de manuales que recibimos junto con los artículos que adquirimos. Una computadora, un teléfono, un tostador de pan, etcétera. Con honestidad, admito que ninguno de esos pequeños libros o publicaciones las he revisado “porque ya se cómo funcionan”, digo con mucho orgullo. Sin embargo, entiendo que cada cierto tiempo les agregan alguna nueva función que jamás sabré utilizar si no los leo. Josué entendió claramente la frase “cuida de hacer conforme a toda la ley” y sus resultados fueron evidentes. El pueblo reconoció su proceder y caminó en obediencia con él.

Josué tuvo la capacidad de iniciar una tarea nueva casi de inmediato (Josué 1:10)

Aunque no sabemos con precisión los tiempos que ocurren entre la narración de un versículo a otro, lo que queda claro es la actitud que demuestra la capacidad de Josué para actuar en favor del reino de Dios, en este caso en favor de la obtención de la promesa de Dios a su pueblo. Tomó la actitud del jefe militar, dio instrucciones precisas y obtuvo el respaldo del pueblo (Josué 1:16).

Josué decidió honrar a su predecesor y cumplir las indicaciones que dejó antes de morir (Josué 14:5).

¡Qué hermoso ver que un nuevo líder sigue los pasos de aquel a quien le tocó suceder! Aunque en el mundo competitivo en el que vivimos abunda la idea de imponer nuevas ideas y formas, muchos ignoran la trascendencia de honrar y seguir la visión y llamado de aquel que empezó una tarea. En su egoísmo, vienen y limpian toda señal de lo que alguien hacía e intentan impresionar a todos, sin que nadie lo solicite, y empezar de cero prácticamente. En el reino de Dios uno debe caminar los pasos de aquel a quien sucedemos y continuar con el llamado que Dios ha dado para alcanzar una meta del reino.

Josué guardó la promesa de Dios en su corazón (Josué 22:5),

Sigo admirando la humilad mostrada por Josué, quien en todo momento se mostró fiel a Dios, honró a su predecesor, atendió los claros pedidos del Señor a su vida y jamás confundió el liderazgo con el autoritarismo. Estoy seguro de que nunca olvidó las frases que escuchó en el momento de recibir la responsabilidad, a pesar de ignorar lo que vendría después. Obedeció y recomendó al pueblo cómo vivir. Cierto, Moisés guio al pueblo por el desierto, pero Josué lo llevó a instalarse en la Tierra Prometida esperada.

Josué vivió demostrando congruencia (Josué 24:15).

Al final de su vida, al momento de hacer el recuento de la historia frente a su pueblo, de cerrar el ciclo de servicio y liderazgo que Dios le había encomendado, la certeza que había guiado sus pasos y sus pensamientos fue enunciada en el discurso de despedida que daba al pueblo. No hizo un discurso político hablando de qué tan bueno fue. Tampoco arengó al pueblo a seguir ampliando sus fronteras. Simplemente, les recordó las bases sobre las cuales vivir: “yo y mi casa serviremos a Jehová”.

La lista podría ser mucho más amplia. Enumerar las virtudes encontradas en la vida de Josué sería inútil, si aquel que tiene la posibilidad de moldear el corazón de los niños no está dispuesto a dejarse moldear por Dios en este momento presente. El ejemplo de Josué nos da la posibilidad de mirar como un espejo nuestra vida. ¿Somos los hijos de Dios que Él espera que seamos? ¿Inspiramos en nuestros hijos, alumnos y demás niños una vida de integridad y honestidad plena para que ellos elijan seguir nuestro ejemplo el cual, en consecuencia, será seguir el modelo de Cristo? Quizás vivimos como las instituciones educativas de muchas naciones, queriendo formar alumnos capaces de ser elegidos por la NASA, la ONU o que sean los futuros ganadores del Premio Nobel, cuando no se esfuerzan en ayudarles a leer y a razonar lo verdaderamente importante, ya no digamos a vivir con rectitud. Hagamos que el reino de Dios sea integrado por mejores personas que vivan como Josué lo hizo: sin escándalos, con rectitud, honrando a Dios en cada acción que tomaba y, sobre todo, siendo un líder con el carácter de Cristo en todo lo que hizo. Empecemos por nuestra casa y así el mundo futuro será en verdad diferente muy pronto.

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