Soy solo un ayudante

“Solo soy un ayudante”. “Solo les sirvo la merienda a los niños; solo los llevo al baño; solo reparto los materiales para las manualidades… Solamente…” ¿Cuántas veces has oído esas frases? Hay muchas personas que sirven dentro del Ministerio de la Niñez, pero no se consideran importantes. ¿Por qué se menosprecian? Se quitan valor. Muchos ven la posición de ayudante, de voluntario o asistente como algo de segunda. Sin prestigio.

Yo quiero decirte que estás actuando y pensando de modo incorrecto. Esa connotación que le estás dando a tu posición es errónea. El hecho de ayudar es un gran privilegio que das a las personas que reciben tu servicio. Tienes que darte cuenta de que eres clave para la labor de otros. Al tú actuar de voluntario o ayudante en una tarea o función estás siendo de respaldo, refuerzo, sostén, socorro, aliento, ¡ufff! y mucho más para el líder que te necesita para solucionar, conseguir o prestar algún servicio.

¿Sabías que Pablo en la carta a los Corintios menciona ayudar como un don espiritual? (1 Corintios 12:28) ¡Fenomenal! ¡Qué gran importancia le da! Una clasificación como un don espiritual es algo serio. Lo encuentras junto con los dones de maestros, administradores, profetas y otros.

Si lees las cartas de Pablo puedes ver lo agradecido que estaba de todos los que lo ayudaron a lo largo de su ministerio, tanto hombres como mujeres. Tíquico, Febes, Priscila, Aquila, Epafrodito, y muchos más que le ministraron y lo ayudaron a llevar las cartas y las ofrendas a las iglesias a través de todo el mundo conocido de la época. Él estaba consciente de que necesitaba personas a su lado para lograr la tarea de su llamado.

Él supo darles reconocimiento a sus voluntarios y ayudantes. Sé que no siempre es así; en ocasiones, no reconocen el desempeño de un ayudante. El Dr. Samuel R. Chand dice “A veces puede ser que Dios sea el único en darse cuenta de quién está sosteniendo la escalera”; aunque el líder y otros no se den cuenta de tu trabajo y esfuerzo, Dios sí lo está viendo. Él sabe que eres una persona vital en el ministerio, en la Iglesia o en la vida de otro.

Lo que más te debe de llenar de alegría es que el Espíritu Santo también es un ayudador. ¡Tú, ayudador! ¡Qué maravilloso! Jesús lo declaró. Juan lo dejó escrito: “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho” (Juan 14:26 RV60). El Espíritu Santo nos mueve a ver las necesidades y nos impulsa a darnos de voluntarios y ayudantes en distintas tareas; Él se ocupa de capacitarnos con dones, talentos y destrezas para que trabajemos en la viña del Señor.

El punto importante para recordar es que mi percepción de ayudante toma valor al enfocarme en el servicio voluntario, al compartir con otros sus cargas, proyectos y expectativas juntos. No soy solo un ayudante; ¡soy un ayudante gozoso y privilegiado de trabajar para el Señor!


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