Estamos viviendo un tiempo único, diferente, de mucha incertidumbre, agotamiento y temor. La pandemia nos ha llevado a quedarnos quietos, ha roto rutinas como salir para el trabajo, los chicos para la escuela y congregarnos, entre otras cosas. Desde hace más de un año, muchas de estas actividades se realizan desde casa. Y nos preguntamos, ¿cómo será el tiempo cuando volvamos a una normalidad? ¿A qué tipo de normalidad volveremos? ¡Cuántos desafíos!
En medio de todo este panorama nos encontramos con que seguimos siendo familia y seguimos siendo iglesia. Por eso, debemos ser intencionales en sembrar en nuestros hijos y en los niños de la escuela bíblica semillas de esperanza, fe, amor, cooperación, gratitud. Como nos dice Eclesiastés 3.2: “Un tiempo para sembrar y un tiempo para cosechar”(NTV).
Los niños también se han conmovido con todo este cambio, sus emociones han estado alteradas. Puede ser que algunos por su edad no lleguen a comprender todo lo que está pasando, pero otros sí.
Al hablar con padres, maestros y leer artículos de profesionales, he podido ver que las emociones que los niños más han manifestado son la tristeza, el enojo y el miedo. Algunos motivos que originaron estas emociones son:
Tristeza por no poder compartir tiempo con sus abuelos, no poder dar besos y abrazos y por no poder asistir a la escuela.
Enojo por la cantidad de tarea que tienen que hacer para la escuela, porque no pueden salir a jugar y no pueden ir a la escuela donde se relacionan con sus compañeros.
Miedo a enfermarse ellos o alguien de la familia.
Las emociones no son ni buenas ni malas, muestran cómo nos sentimos, Dios nos creó con ellas, para expresarnos. Lo que puede afectarnos son las formas en que las manifestamos que pueden ser: positivas o negativas. Es de gran importancia crear en casa y en la iglesia un ambiente propicio para que los pequeños puedan expresar sus emociones de una forma clara, pero sin generar malestar en otros. Y también puedan aprender a regular y controlar sus emociones.
“Sobre todas las cosas cuida tu corazón, porque este determina el rumbo de tu vida” (Proverbios 4.23 NTV).
Cuando hablamos de cuidar el corazón, estamos hablando de expresar de forma saludable nuestras emociones, ya que estas van a estar formando parte de nuestro carácter.
Cuidar el corazón es enseñar para la vida. Comparto una frase de mi amiga Jessica: “Sembrar es enseñar carácter, para que puedan saber reconocer sus motivaciones internas, y adquirir los valores del reino de los cielos y decidir hacer lo correcto aun cuando nadie los ve”.
Tanto en la familia como en la iglesia, debemos:
- Ayudarlos a reconocer las emociones.
- Guiarlos para poder expresar lo que les sucede.
- Enseñarles a controlar o regular la expresión de sus emociones.
Cuidar el corazón es enseñarles a los niños sobre las emociones. Es un tiempo de sembrar en ellos estas enseñanzas, para que puedan manifestarlas de una forma en que no se lastimen ellos mismos ni a otros.
Te comparto un desafío para hacer en familia o en la iglesia.
-
Hoy me siento… Usar una pizarra donde puedan escribir o dibujar según la edad de los niños, cómo se sienten. Esto permite que reconozcan sus emociones, y junto a un adulto buscar formas adecuadas de expresarlas.
- Tiempo de familia: Decorar juntos un frasco. Hacer tarjetas y escribir actividades para realizar en familia. Colocarlas dentro del frasco. Las actividades deben ser variadas y fáciles de realizar. Al menos, una vez por semana, sacar una tarjeta y realizar juntos la actividad. Al terminar, tomar un tiempo para agradecer a Dios.
Creo que toda crisis es una oportunidad para crecer. Es un tiempo oportuno para sembrar la Palabra de Dios en la vida de los pequeños, dejando que el Señor moldee su carácter (emociones).
¡Dios te bendiga en este proceso!
Puedes acceder a toda esta revista en forma gratuita aquí: Edición 33