En un tiempo donde la sociedad está dividida por diversos temas. Aún dentro de la iglesia me pregunto: ¿cómo respondemos a los constantes cambios del mundo de hoy?
Hace unos años sólo podíamos hablar por teléfono mediante aparatos conectados a un cable por la línea telefónica. Hoy vemos por todos lados personas portando sus teléfonos móviles, hablando, “chateando”, transmitiendo en vivo lo que sucede a su alrededor, jugando con sus consolas en cualquier espacio público. Todo cambia vertiginosamente.
Mi padre, quien era periodista, escribía sus notas en una vieja máquina de escribir marca Remington. Todo un lujo para aquellos días. Yo mismo aprendí a escribir en aquella, hoy, reliquia antigua. Actualmente lo hago en una computadora portátil.
Mi hijo menor, Juan Patricio, escribe en su iPad o en su smartphone y mis nietos... ¡sólo Dios sabe en qué aparatos escribirán!
Con un teléfono móvil podemos hacer muchas cosas, grabar y editar un video, producir un podcast, escribir un libro y también podemos hablar por teléfono ¡es una maravilla! Todo en nuestra cultura está cambiando. Nuestra concepción del mundo, de lo que está bien y de lo que está mal, está cambiando. Nuestra visión de nosotros mismos también sufre cambios.
Titulé este artículo como “Influenciadores del reino de Dios” porque la palabra en inglés “influencers” está de moda entre los jóvenes y en el mundo de la empresa. Me vino a la mente que la Palabra de Dios es la mejor influencia que podemos recibir. En el repaso de nuestros días hice una lista de situaciones que muestran cambios, dependencias y un estilo de vida que nos arrastra o “nos arenga” como se decía en mi pueblo natal. Ahora, ser un influencer bíblico requiere saber que lo único que no cambia es la Palabra de Dios, sus promesas, sus advertencias, sus preceptos y recomendaciones para el hombre siguen vigentes. Y por supuesto compartirlo con otras personas.
Permíteme recordarte la historia donde Jesús les promete a sus discípulos que el Espíritu Santo los guiaría y lanzaría como influenciadores de su época. Dice en Mateo 28:18b-20 (NVI):
Conocido como “La Gran Comisión” este relato nos pone en perspectiva y resume todo lo que Jesús les dijo a los discípulos a lo largo de los tres años de ministerio que anduvieron con Él. Partiendo de la autoridad del Padre, Jesús muestra una vez más que esa autoridad le fue dada y que Él la transfiere a sus seguidores. Pero no para alardear “tengo el poder del Padre y del Hijo”, sino para ir y ser de influencia a otros, predicarles el Evangelio, hacerlos seguidores que van por todo el mundo bautizando a más influenciadores que prediquen el Evangelio y se bauticen en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Como una cadena que se arma eslabón por eslabón.
Cuando nos damos cuenta que el poder de influencia viene de Dios para bendecir a otro, con un mensaje eterno, que no cambia, que da garantías de la presencia del Espíritu Santo de Dios hasta el fin del mundo, nuestro enfoque cambia.
Hace algunos años, mientras difundíamos el libro “Una vida con propósito” del Pastor Rick Warren, escuché a Rick repetir incansablemente “quienes tenemos influencia la tenemos para usarla en favor de aquellos que no tienen influencia”. Como una especie de onda expansiva cuando te llega el mensaje lo recibes, te transforma y lo lanzas para que otro también tenga la oportunidad de conocer de Jesucristo.
Algunos habrán entendido que tener influencia y usarla en favor de otros es acompañar a personas a solucionar problemas. Otros habrán entendido que tener influencia y usarla en favor de otros es darle de comer al hambriento. También podría interpretarse que ser de influencia es aquel que trabaja para quien no tiene influencia buscando favor de personas con poder y autoridad. Ser un influencer del Reino hoy, como ayer, es nada más y nada menos que llevar la Palabra de Dios al extremo.
Ser de influencia es poder de Dios delegado por Jesucristo para ir más allá de nuestra zona de comodidad y tomar conciencia que quizás yo sea la única persona que le pueda compartir el mensaje de salvación a un vecino, a un compañero de trabajo, al empacador de la tienda de alimentos, al empleado del banco o a la persona de limpieza que trabaja en el edificio de mi oficina. Incluso a mis hijos o nietos.
El desafío sigue siendo el mismo. En los tiempos de Jesús, él les habló a sus discípulos de ser pescadores de hombres. Hoy, quizás, sea momento de hablar de influenciadores del Reino. Sea el nombre que le pongamos, el mandato sigue siendo el mismo ¡vayamos y hagamos el bien! ¡Prediquemos las buenas noticias acerca del amor de Dios!
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