
La educación cristiana es un proyecto transformador que integra una diversidad de recursos humanos; por ejemplo, aquellos que recibieron el don divino de ser padre, madre, líder, maestro o maestra. Este es un proyecto de vida que transciende al de una institución. Puesto que la educación o enseñanza es la acción que sirve para formar a la persona, por su naturaleza, ésta comienza en el hogar.
La historia bíblica declara que Moisés dijo a los israelitas: “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, grábatelo en tu mente y enséñaselo continuamente a tus hijos…”. Es decir, lo que se enseña tiene que practicarse, tomar vida en la persona y compartirse sin interrupción. Jesús, nuestro Maestro, enseñó que éste es el primero de todos los mandamientos y añadió uno segundo: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. Sin duda alguna estos dos mandamientos nos mantendrán muy ocupados: interactuando con Dios, comprometiéndonos con la transformación de nuestra persona para ser imagen de Dios, y así inspirar a otras para trabajar con su propia transformación. Ahora bien, las 3P’s de la educación cristiana son: preparación, planificación y presentación.
es nuestra disposición y acción para interactuar con Dios. Es cuando creamos el espacio para escuchar, entender y recibir lo que Dios quiere enseñarnos. Ahí también nos expresamos y nos ponemos de acuerdo con él, comprometiéndonos con su demanda. Esta preparación personal es continua a lo largo de la vida, día a día. Ésta es un acto de humildad porque reconocemos la necesidad de recibir la ayuda de Dios, el Espíritu Santo, quien nos ayuda en nuestra debilidad. También, es un acto de afirmación de nuestra identidad como hijo e hija de Dios, quien agrada al Padre como lo hizo Jesús, el Maestro. Y también recordamos el consejo bíblico que nos hace consientes sobre nuestra humanidad: “El que cree estar firme, tenga cuidado de no caer”. Por eso nos acercamos con confianza para experimentar su amor fiel.
es nuestra organización estratégica, cuando seleccionamos la práctica que nos llevará a ser lo que Dios quiere que seamos. La Biblia nos enseña que nuestro Dios es de orden, quien toma su tiempo para pensar bien lo que quiere hacer y su propósito antes de actuar; además, quien hace planes. Aquí el padre y la madre hacen un plan bien pensado que permite a sus hijos entender lo que desean y puedan hacerlo. Lo mismo aplica a quien enseña y dirige.
es la interacción con la persona y el ambiente. El encuentro tiene que ser uno bueno y edificante. Bueno porque cumple el propósito de Dios, así como Dios valoró su creación en el día sexto: “Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera”.
